Elecciones: ¡Todos a temblar!

Cuando me enteré -tarde, ¡ya lo sé!- del día en que caerían las elecciones de este 2008 no se me ocurrió otra cosa que pensar en la jornada que le esperaría a mi madre, ya ese día es su cumpleaños. Eso no es malo, más bien al contrario, porque ella se pasará al menos parte de ese día siguiendo los resultados del escrutinio, al igual que muchos, o no... Digo esto porque el nivel al que llega el aborrecimiento de los españoles para con la política roza límites insospechados -a lo mejor suena algo grandilocuente esta palabra-.

He podido comprobar en mis propias carnes el devastador efecto que los 'políticuchos' -no se merecen otro apelativo; probad este enlace para ver sus valoraciones...- de nuestro país -perdón si ofendo a alguien, pero las cosas son así- han provocado en el común de la sociedad desde el trágico 11-M, salvo en aquellos cegados por el sactarismo y la obediencia ciega a quienes dirigen al partido político con cuya ideología se sienten identificados -de estos también conozco unos cuantos-.

Un ejemplo de ello son sus improductivas discusiones sobre temas que no afectan a la vida cotidiana de quienes sufrimos en nuestras carnes los eternos problemas españoles, a saber: paro, bolsa de la compra, sueldos ínfimos, pero sobre todo vivienda. No conozco escrupulosamente la Constitución, sin embargo, me consta que un artículo establece que todo español tiene derecho a una vivienda digna. Se les olvidó poner que así es... si dispone de una enorme cantidad de dinero o si está dispuest@ a pasar lo que le reste de vida endeudad@ con X banco -yo al menos no lo estoy-. Este tema merece un aparte, por eso creo que lo trataré en un post especial, jeje.

Ahora, con las elecciones a la vuelta de la esquina, los líderes más 'carismáticos' de los grandes partidos y sus respectivos equipos se afanan en sacarse de la manga una promesa electoral tras otra. Parece que no entienden que con su comportamiento no han hecho sino provocar que la gente desconfíe de ellos, y sin embargo siguen apelando a la confianza de los votantes, intentando hacer entrar en sus mentes 'con calzador' que el uno es mejor que el otro. ¿Sabéis que os digo? Que ninguno es bueno, lo tengo comprobado; pero tampoco tan malo como se tachan entre ellos.


En una de mis conversaciones políticas sentado a la mesa de mi casa, descubrí que la gente no es tonta, que se dan cuenta de que los políticos españoles -al menos los de ahora- no sirven para llevar sobre sus hombros el peso de este país. En cambio, sí sirven para negar cualquier cosa que el oponente haya hecho bien -lo que identifico como el 'no, porque no'-. Entonces fue cuando alguien recordó a Adolfo Suárez, aquel político al que yo no conocí, pero del que me han hablado maravillas: un político que no se metía con nadie, que iba a lo suyo, siempre a intentar mejorar las cosas y sin responder a las críticas con un burdo 'pues tu más'. ¡Qué pena no poder conocer hoy en día políticos consecuentes con sus discursos y preocupados por lo mismo que el pueblo llano, no sólo por quienes les pueden dar beneficios!.

Por si vale de algo, yo votaré a 'nadie', aunque me tachen de asumir la voluntad de la mayoría, cosa que no comparto puesto que lo considero una forma de expresar un enorme descontento: es lo que se merecen, ni más ni menos.