Entre unas cosas y otras
Me encontraba yo allá sobre las dos y media de la tarde intentando entrar en uno de los vagones del Metro, línea 6, cómo no. Primer problema: es hora punta y el vagón se asemeja más a una lata de sardinas que a un coche de Metro pero bueno, ya me estoy acostumbrando. Y Daze también.
Íbamos charlando de lo visto en las cuatro horas de diseño que acabábamos de pegarnos en CICE. Desde que estoy viviendo en Madrid, cuando entro al Metro he adquirido la sana costumbre de ponerme a leer, y de hecho me sorprendo cada día al ver que la mayoría de los viajeros de este medio de transporte hace lo mismo. Sí señor, que hace falta mucha cultura.
Pero bueno, a lo que iba. Me encontraba devorando unas cuantas páginas de La sombra del viento -gran novela donde las haya- cuando de repente noto que un tipo delante de mí acerca demasiado su chaqueta, que sujetaba en el brazo, a mi 'mochililla'. Siento cómo se desliza la cremallera y le lanzo al tipo una mirada que debió de quemarle, porque inmediatamente se apartó ligeramente. Compruebo mi mochililla y, ¡sorpresa!, está semi-abierta y la sangre me hierve, pero no falta nada –menos mal porque si no le salto la cabeza de un cimbreo-.
Pero lo mejor viene cuando se me acerca mi colega Daze para decirme que a él también se lo habían hecho. Eran tres tipos que dominan perfectamente este método. Se introducen en el Metro cuando va lleno, cuando los roces entre los pasajeros son inevitables, y allí hacen su agosto –sea el mes que sea-. Como modo de escape, esperan a que suene el silbato que avisa del cierre de las puertas y salen corriendo antes de que lleguen a bloquearse, con el fin de que si alguien se da cuenta del atraco no tenga tiempo de reaccionar.
Menos mal que pasábamos de liarla, entre otras cosas porque si te creces un poquito igual te pinchan. Esa gente tiene que vivir de algo, pero es triste que tenga que ser a costa de joder a los demás. Esta mañana, también en el Metro, escuchaba a una señora decir que dentro de nada tendremos que ir con navajas o pistolas para defendernos. ¡Dachavo burrada! Tampoco es para eso, pero sí hay que demostrarles que estamos atentos y que no les será fácil robarnos. Aunque eso no quita que a uno le entren ganas de partirle la boca a más de uno.
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