¡Dame vitamina!
Ayer, mientras yo me encontraba metido en el aula del master, mi hermano volaba desde Alicante a Barajas para cumplir uno de los sueños de cualquier persona -no creo que a nadie le desagrade el lugar a donde se dirigía durante 9 horas del día de ayer-. Se larga hacia Punta Cana, a despedir su último año de carrera como un año antes hice yo.
De ahí viene el título de este post. Esos 9 días que pasé rodeado de compañeros de clase que acabaron conviertiéndose an amig@s. Ese viaje al paraíso nos hizo congeniar más de lo que lo habíamos hecho en cinco años de vernos en las aulas, los patios y las cenas que montábamos en el CEU. En parte seguro que fue gracias a la 'vitamina R', como llaman ellos al ron que tanto degustamos en aquel mayo que para siempre quedará grabado un mi memoria y mi retina.
Allí, a nueve horas de largo vuelo, en la República Dominicana, todo es diferente. La gente de aquellas tierras, lejanas pero hermanas nuestras, vive la vida a su manera -como diría el gran Evaristo con su último grupo Gatillazo-. La prisa no existe; el trabajo, el mínimo; pero lo que sí hay a borbotones es la amabilidad y la simpatía que destilan -como si de ron se tratase- los dominicanos.
En fin, no creo que nadie deba morir sin haber visitado el paraíso: sin ver el parque natural de Isla Saona, donde puedes beber 'ronsito, papi' rodeado por estrellas de mar mientras el agua cirstalina te llega hasta el pecho y los peces saltan a tu alrededor -sí, bebiendo ron dentro del agua-. Y tampoco sin haberse tomado una dosis de 'vitamina R' ni haber aspirado aire verde sentado encima de una palmera... pero no de cualquier palmera, sino de una de esas que están tumbadas y que se meten dentro de las aguas del mar Caribe. ¡Qué envidia me da ahora mismo mi hermano!. Jaja.
De ahí viene el título de este post. Esos 9 días que pasé rodeado de compañeros de clase que acabaron conviertiéndose an amig@s. Ese viaje al paraíso nos hizo congeniar más de lo que lo habíamos hecho en cinco años de vernos en las aulas, los patios y las cenas que montábamos en el CEU. En parte seguro que fue gracias a la 'vitamina R', como llaman ellos al ron que tanto degustamos en aquel mayo que para siempre quedará grabado un mi memoria y mi retina.
Allí, a nueve horas de largo vuelo, en la República Dominicana, todo es diferente. La gente de aquellas tierras, lejanas pero hermanas nuestras, vive la vida a su manera -como diría el gran Evaristo con su último grupo Gatillazo-. La prisa no existe; el trabajo, el mínimo; pero lo que sí hay a borbotones es la amabilidad y la simpatía que destilan -como si de ron se tratase- los dominicanos.
En fin, no creo que nadie deba morir sin haber visitado el paraíso: sin ver el parque natural de Isla Saona, donde puedes beber 'ronsito, papi' rodeado por estrellas de mar mientras el agua cirstalina te llega hasta el pecho y los peces saltan a tu alrededor -sí, bebiendo ron dentro del agua-. Y tampoco sin haberse tomado una dosis de 'vitamina R' ni haber aspirado aire verde sentado encima de una palmera... pero no de cualquier palmera, sino de una de esas que están tumbadas y que se meten dentro de las aguas del mar Caribe. ¡Qué envidia me da ahora mismo mi hermano!. Jaja.
Etiquetas: paranoias
1 Comments:
Ey Nando... qué recuerdos me vuelves a traer de nuestra gran e inolvidable aventura en Punta Cana... ojala pudieras repetir todos!
¡Qué vaya todo perfectamente!
Por P.C., a las 10:09
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